BUENA GENTE
El miércoles en el
teatro Principal de Vitoria tuvimos la suerte de presenciar la obra de teatro
“Buena gente” de David Lindsay-Abaire, porque
el día 4 al volver a casa en coche
oí a Verónica Forqué por la radio y me convenció de que merecía la pena
ver la representación. La actriz principal de la obra “Buena gente”
dijo que era una adaptación de
otra estadounidense que había tenido un
gran éxito, y que ellos habían estado
actuando en la Gran Vía madrileña durante 7 meses, con lo que quedaba claro que el espectáculo había tenido una buena acogida. Luego
mencionó la dureza de la historia porque se
presenta a una mujer con
verdaderos problemas, pues el personaje principal sufre
un despido que la deja sin recursos, cuando tiene a su cargo a una hija mayor deficiente, y sus opciones de
volver a encontrar un nuevo empleo son
escasas porque está en una edad cercana a la jubilación. En fin, un auténtico drama. Esta mujer llamada
Margarita decide pedir ayuda a Raúl, un
viejo amigo del barrio, que ha triunfado en la vida. Su antiguo
colega es un oftalmólogo de éxito, vive en una zona residencial y tiene una esposa veinte años más joven que
él. Por lo tanto, seguía Verónica Forqué, se representa a dos personas
que han tenido diferente suerte en la vida,
si una serie de decisiones
referentes al trabajo, a la pareja determinan
nuestra vida, aunque parezca lo contrario, en numerosas ocasiones estas opciones
determinantes vienen decantadas por el
azar, por circunstancias fortuitas.
Varios de sus amigos habían visto en Nueva York esta misma obra y el
público americano no se reía; en cambio,
los espectadores madrileños se
reían con la versión que ellos ofrecían porque para el director de la obra,
David Serrano, el humor es parte
esencial de la vida, para él por muy
dura que sea la realidad el humor siempre está presente. Por último, confesó que mucha gente salía del teatro con
una sensación agridulce por
disfrutar, aunque fuese una obra de ficción , ante una vida marcada por la
desgracia.
Los dos aspectos que
Verónica Forqué resaltó me
parecieron interesantes, tanto por la mención a los hechos fortuitos que condicionan nuestra existencia, ya que el individuo se define por su capacidad
de elección que
orienta y cambia su vida,
como por la capacidad de reírnos de nosotros
mismos, que nos permite afrontar los
problemas con una mayor entereza. Además
el humor en un drama establece un
ritmo que une emocionalmente al
espectador con la representación.
Conseguimos las entradas por internet, incluso las llevamos
en el móvil por primera vez (estamos en la era de los juguetitos) y nos
dispusimos a presenciar la obra con curiosidad para conocer cómo, pese a la sordidez del drama, se
inducía en determinados momentos
a la carcajada, y de qué modo el
determinismo, que nos condiciona a cada uno de nosotros en numerosas ocasiones, se produce por un golpe de azar. Efectivamente, el
melodrama nos absorbió con un
extraordinario trabajo de los actores y una puesta en escena austera y
efectiva.
Las diferentes escenas adquirían vivacidad, y el engarce de
un acto a otro se producía solapando perfectamente el texto: un actor iniciaba
una frase y lo terminaba otro diferente en un escenario nuevo dando un salto
cualitativo determinante. Se pasaba del supermercado al hogar y de este
a la consulta del oftalmólogo con
un cambio de luces y mobiliario. Únicamente cuando se escenificó el hogar del
oftalmólogo se rompió la austeridad,
hubo un mayor cambio escénico para que
fuese más tangible la capacidad adquisitiva a la que no podía acceder la
protagonista. En la última escena se
volvía al bingo con un cierre austero,
en el fondo pesimista, sugiriendo que la
vida de los más necesitados está
definida por golpes de azar, dejando claro en definitiva que los más menesterosos no son dueños de su
destino.
La puesta en escena se apoyaba en el trabajo de los actores,
pero también en una clara estructura de planteamiento: el despido, conflicto: la posibilidad de ayuda
de un antiguo novio del barrio que ha triunfado en la vida, y desenlace: el
fracaso del intento de ayuda y la vuelta a la situación inicial. Cada acto
tenía su escena de engarce, en el planteamiento el despido en el almacén conllevaba la propuesta de ir a la consulta del
oftalmólogo. Si el conflicto se inicia en
la consulta, la decisión de ir a casa del oftalmólogo, aunque no se
celebre la fiesta, se toma en la casa de
la amiga para que se produzca el momento más álgido de la obra en la casa de
Raúl. Por último, el desenlace se
produce por la propia inercia de los hechos con
la vuelta al barrio, concretamente al bingo (la fuerza del azar asociada a la
ludopatía) con una posibilidad de
trabajo. Por lo tanto, la austeridad
escénica se apoyaba en el texto, pero el propio desarrollo claro de la obra exigía un espacio concreto para
definir bien el móvil y su desenlace: la posibilidad de que su antiguo novio la
ayudase y el consiguiente fracaso por el rechazo de este.
El momento clave de
la obra se produce cuando en la
disputa por conseguir el empleo y la
ayuda necesaria, la mujer del oftalmólogo le pregunta a Margarita si el padre
de su hija enferma es su marido.
Patricia quiere saber la verdad por
encima de todo, con todas las
consecuencias que ello le acarrearía, pues lo más importante para cualquier
madre es garantizar el futuro de sus hijos. En ese momento, cuando una
respuesta afirmativa podía garantizar el futuro de Margarita y su hija enferma,
le responde que no, que todo era un
engaño pensado con su amiga Gloria, quien
le decía que era demasiado buena, que para salir adelante, y más en su
situación, tenía que valerse del engaño.
Pero la duda de que no dijo la verdad
queda en el aire, como si el sentido que hubiese dado Margarita a su vida fuese el sacrificio realizado por
el oftalmólogo, quien fue todo para ella. Aquí reside la interpretación de la obra, que tiene el mérito de hacer partícipe al
espectador de un final abierto. La representación exige un espectador activo,
que interprete el final de obra en
función de su forma de ser, de afrontar la vida.
Todos los actores realizan un trabajo extraordinario, Verónica Forqué le da templanza al personaje sin que se pierda ni un ápice de
dramatismo. Pilar Castro sorprende con
la interpretación de dos personajes tan antagónicos en un breve intervalo
de tiempo, y la tensión dramática va de
menos a más en un personaje complejo
como el de Raúl, el oftalmólogo,
interpretado con tiento por Juan
Fernández.
Dentro de los elementos unificadores de la obra, que le dan cohesión y empaque a la puesta en escena y son un aporte del ritmo de la representación, destacaría el motivo del búho, las figuras que Lola, la amiga de Margarita, crea para sacarse un sobresueldo. El adorno representa la autoproducción para conseguir un ingreso mínimo, como ocurre con cualquier vendedor africano o sudamericano con su puestito en el mercado, es una expresión de economía de subsistencia. Así este elemento que podemos asociar a la bisutería o a los souvenirs, simboliza la subsistencia, es como un tótem que refuerce las ganas de sobrevivir frente a la adversidad más dura, el hecho de que Margarita se lo regale al oftalmólogo remarca la precariedad frente a la opulencia.
Por otra parte, me llamó mucho la atención el rol de las
mujeres de la obra respecto al de los
hombres, y en especial el peso específico que adquiere la figura paterna. En el enfrentamiento que
tiene lugar entre los antiguos novios, Margarita le reprocha al
oftalmólogo que es un pijo y que ella no
tuvo la oportunidad de cambiar de vida porque no tuvo un padre que le ayudara.
En cambio, el padre de Raúl, que lo
vigilaba de cerca, evitó que el futuro oftalmólogo matara a un chaval de otro barrio en una pelea callejera, y después lo alejó de ese ambiente, de un futuro incierto.
Las mujeres de la representación
aparecen supeditadas a los hombres, la situación de inestabilidad de Margarita
se produce por el abandono paterno y el
de sus diferentes novios, incluido Raúl, que en ningún momento le ayudaron con
su hija deficiente. Hay una clara denuncia del machismo imperante en la obra, es un alegato a favor de la liberación de la mujer,
y contra la dependencia de la mujer al
hombre. Raúl ha triunfado pero su situación familiar no es estable, parece que
vive en conflicto con su mujer porque esta cree que la engaña, su voracidad le
lleva a la insatisfacción y al fracaso familiar.
Hay un aspecto de la
obra que no me llega a convencer y es esa idea un tanto estadounidense del triunfador. Como si a una persona sin
estudios universitarios, que no es un profesional cualificado con un chalet en una urbanización de renombre se le pudiese
tildar de perdedor, de cuitado dependiente de subsidio. Yo creo que la clase trabajadora puede y debe vivir con unos niveles de
bienestar dignos gracias a su trabajo
y sin ninguna precariedad ni miedo al
porvenir de sus hijos. Y creo en ello porque defiendo una sociedad más justa en
el que se garanticen los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos más
humildes. La imagen que se da de los
barrios obreros, con todos los problemas que sufren, es realmente
descorazonador. En la obra es Luis quien representa al vecino que vive en una
situación de comodidad, pero está muy lejos de convertirse en un referente, es un pobre superviviente.
En lo textual sobre todo me ha gustado la adaptación que da
pie a la ironía y al humor, pues se consigue que la obra no sea soporífera y
atrape al espectador. Esta versión muestra un espíritu o afán que impulsa al que
vive en una situación desesperada a
reírse de sí mismo para relativizar los graves problemas que lo ahogan . Ese humor
inteligente, frío que atempera la lava trágica que estalla en todo su
dramatismo, la audiencia lo agradece, así en el transcurso de la
representación nos reímos por las punzadas que se dirigían los personajes entre
sí, en ese juego del que conoce bien a su amigo y no se deja engatusar. “Buena gente”
es una obra en la que se le
encoge la garganta al espectador
y se le suben las palpitaciones al
empatizar con los personajes, me sobrecogieron esos silencios repentinos
que tras una serie continua de carcajadas se producían como portazos silenciosos porque los espectadores sentíamos el
desamparo, el dolor de una
madre con una hija enferma que no
podía valerse por sí misma para vivir
dignamente.
Si podéis ver la obra no os la perdáis, merece la pena ¿Margarita dice la verdad al final de la
obra?
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