Esta película constituye el reverso de la anterior película bélica realizada por C. Eastwood Las banderas de nuestros padres. En él analiza al enemigo, por así decirlo, narra lo acaecido en la batalla de Iwo Jima desde el punto de vista japonés. Lo que más me ha gustado es el respeto que muestra C. Eastwood hacia esta gente, como se pone en el lugar de ellos e intenta entenderlos ante el horror de la guerra.
Nos ofrece la imagen del ejercito japonés a la espera de la llegada de la armada americana, tal vez como los troyanos esperaron a los aqueos hace miles de años. La épica en este caso tiene una dimensión humana, no divina, aunque en el fondo también está en función del poder, de los interesés de las clases privilegiadas. Desgraciadamente la tragedia humana, el reverso del heroismo, el sinsentido de tanta muerte está presente. Eastwood toma como referencia a la hora de analizar el ejercito japonés a la tropa: el soldado Saigo, que fue reclutado a la fuerza, Shimizu su amigo, y un tercer soldado que pasa de un batallón de choque a una nue va unidad por no ser lo suficientemente cruel. Junto a la tropa, referencia del pueblo japonés, estaría el general Tadamichi, un ejemplo de integridad y entrega, que si bien es un mando de formación castrense, sobre todo es un estratega que cuida a sus soldados no dejándose llevar por la temeridad. Su lema es morir luchando, no suicidarse con honor ante la derrota.
Era la primera vez que veía a los soldados japoneses de la Segunda Guerra mundial como personas, sufriendo es su propía carne la guerra, luchar llevados por las circunstacias, obligados a pelear al no darles las autoridades ninguna opción para no ingresar en filas. Creo que la mentalidad japonesa se nos escapa a los occidentales, pero es una satisfacción que C. Eastwood haya procurado entenderlos, tratarlos sobre todo con la dignidad que merece toda persona.
En la pélicula al igual que el soldado Saigo el general que está al mando anhela volver a su casa, estar con su familia, pero para él la lucha es una cuestión de honor, de entrega a unos ideales castrenses, a un mando al cual se debe. En el general se reunen una serie de cualidades: la inteligencia, la humanidad con la tropa que está a su orden, y la entrega a una causa que sabe que le acarreará la muerte. Es un pensamiento militar que lleva a practicamente todos sus hombres a la muerte, pero había que cumplir las ordenes e intentar evitar que los bombaderos americanos despegasen desde Iwo Jima para bombardear a la población cívil, a los famaliares de toda esa tropa. Sabía que sin la ayuda de la avición japonesa era imposible frenar a la armada estadounidense, pero se entrega a la causa.
En fin, los principios militares que han forjado a fuego y sangre las civilizaciónes, en un encontronazo entre occidente y oriente por la supremacía mundial. Terrible. La película muestra tanta muerte, tal violencia de cuerpos destrozados por las balas, por los cañonazos... que resulta imposible justificar tanto horror. No a la guerra, no a la épica, no hay palabras para tanto sufrimiento: creo que la película recoge en su rigor castrense ese punto de vista y nos obliga a reflexionar, a plantearnos cómo el hombre ha podido llegar a ser tan asesino con el hombre.
Tal vez en un futuro se llegue a poder evitar las guerras, la destrucción, la muerte... para ello tendremos que considerar a nuestro posible enemigo como a un ser humano, realizar el esfuerzo necesario que evite el horror de tanta muerte. En esta película los enemigos de los estadounidenses son tratados con dignidad, como personas, y ese es el camino de la esperanza para que desastres como la de Iwo Jima no vuelvan a suceder.
Era la primera vez que veía a los soldados japoneses de la Segunda Guerra mundial como personas, sufriendo es su propía carne la guerra, luchar llevados por las circunstacias, obligados a pelear al no darles las autoridades ninguna opción para no ingresar en filas. Creo que la mentalidad japonesa se nos escapa a los occidentales, pero es una satisfacción que C. Eastwood haya procurado entenderlos, tratarlos sobre todo con la dignidad que merece toda persona.
En la pélicula al igual que el soldado Saigo el general que está al mando anhela volver a su casa, estar con su familia, pero para él la lucha es una cuestión de honor, de entrega a unos ideales castrenses, a un mando al cual se debe. En el general se reunen una serie de cualidades: la inteligencia, la humanidad con la tropa que está a su orden, y la entrega a una causa que sabe que le acarreará la muerte. Es un pensamiento militar que lleva a practicamente todos sus hombres a la muerte, pero había que cumplir las ordenes e intentar evitar que los bombaderos americanos despegasen desde Iwo Jima para bombardear a la población cívil, a los famaliares de toda esa tropa. Sabía que sin la ayuda de la avición japonesa era imposible frenar a la armada estadounidense, pero se entrega a la causa.
En fin, los principios militares que han forjado a fuego y sangre las civilizaciónes, en un encontronazo entre occidente y oriente por la supremacía mundial. Terrible. La película muestra tanta muerte, tal violencia de cuerpos destrozados por las balas, por los cañonazos... que resulta imposible justificar tanto horror. No a la guerra, no a la épica, no hay palabras para tanto sufrimiento: creo que la película recoge en su rigor castrense ese punto de vista y nos obliga a reflexionar, a plantearnos cómo el hombre ha podido llegar a ser tan asesino con el hombre.
Tal vez en un futuro se llegue a poder evitar las guerras, la destrucción, la muerte... para ello tendremos que considerar a nuestro posible enemigo como a un ser humano, realizar el esfuerzo necesario que evite el horror de tanta muerte. En esta película los enemigos de los estadounidenses son tratados con dignidad, como personas, y ese es el camino de la esperanza para que desastres como la de Iwo Jima no vuelvan a suceder.
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