Sin lugar a dudas esta sublime película atrapa desde el principio al final; sobre todo, destacaría lo bien planteada que está: una vez jubilado, un funcionario de un juzgado rememora los hechos que sucedieron veinte años atrás. Como los sucesos ocurridos marcaron su vida, se propone relatarlos en una novela. El planteamiento en seguida aviva la curiosidad del espectador, más aún cuando tras los primeros recuerdos se encuentra con un crimen atroz que el protagonista empieza a investigar.
La novela juega, o se teje en un constante ir y venir: del pasado, de cómo ocurrieron los hechos, al presente de cómo se recuerdan. La tensión se mantiene y se crece en el acontecer de los hechos, el análisis en el recuerdo. Pero tal vez la literalidad adquirida por el recuerdo, unido a cierta admiración de enamorado hacen que los hechos pierdan parte de la intensidad que podrían ofrecer.
Me encantaron las tomas en las que ambos personajes dialogan mirándose a los ojos, en unas conversaciones inteligentes llenas de belleza. La luz de esos primeros planos en busca del gesto, de la sinceridad, era apasionante. El ritmo de la película en mi opinión es muy bueno, así como la utilización del castellano de Argentina: con sus giros, modulaciones, léxico, fabuloso. La interpretación de los personajes también la calificaría de soberbía.
Se detallan los hechos de un crimen, la inoperancia policial, y la actuación justa de la judicatura hasta la llegada de los años del terror. La conciencia de que se actuó según derecho prevalece y da entidad al personaje principal, además al final se descubre que por poco lo matan por su honestidad, llegaron a asesinar a su mejor amigo. Todo es perfecto salvo el final, en mi modesta opinión sobra la segunda visita a Morales, sobre todo porque no es muy verosimil y ni tampoco real (el dolor por los asesinados permanece también porque no se hizo justicia, no hay que olvidarlo).
Es una buena película pero los personajes son demasiado perfectos, la doctora no tiene ningún defecto, es una modelo de mujer; el protagonista, Exposito, es brillante y justiciero; únicamente Sandoval, aparece como un personaje real con sus defectos, pero tampoco exento de heroismo, salva la vida del protagonista. Tal vez sea que la película quería ser fiel a la novela que escribía el protagonista, no sé. Prefiero un mayor realismo en la sicología de los personajes, el marido de la víctima, Morales, es un filón desperdiciado: el retrato de las tascas, el ambiente futbolero, la clase media y baja argentina de aquellos años pide su espacio en esta película.
Pero las películas películas son, en ello reside la magia del cine, y hay que aceptarlo. Es una buena película que recomendaría verla a todo el mundo.
La novela juega, o se teje en un constante ir y venir: del pasado, de cómo ocurrieron los hechos, al presente de cómo se recuerdan. La tensión se mantiene y se crece en el acontecer de los hechos, el análisis en el recuerdo. Pero tal vez la literalidad adquirida por el recuerdo, unido a cierta admiración de enamorado hacen que los hechos pierdan parte de la intensidad que podrían ofrecer.
Me encantaron las tomas en las que ambos personajes dialogan mirándose a los ojos, en unas conversaciones inteligentes llenas de belleza. La luz de esos primeros planos en busca del gesto, de la sinceridad, era apasionante. El ritmo de la película en mi opinión es muy bueno, así como la utilización del castellano de Argentina: con sus giros, modulaciones, léxico, fabuloso. La interpretación de los personajes también la calificaría de soberbía.
Se detallan los hechos de un crimen, la inoperancia policial, y la actuación justa de la judicatura hasta la llegada de los años del terror. La conciencia de que se actuó según derecho prevalece y da entidad al personaje principal, además al final se descubre que por poco lo matan por su honestidad, llegaron a asesinar a su mejor amigo. Todo es perfecto salvo el final, en mi modesta opinión sobra la segunda visita a Morales, sobre todo porque no es muy verosimil y ni tampoco real (el dolor por los asesinados permanece también porque no se hizo justicia, no hay que olvidarlo).
Es una buena película pero los personajes son demasiado perfectos, la doctora no tiene ningún defecto, es una modelo de mujer; el protagonista, Exposito, es brillante y justiciero; únicamente Sandoval, aparece como un personaje real con sus defectos, pero tampoco exento de heroismo, salva la vida del protagonista. Tal vez sea que la película quería ser fiel a la novela que escribía el protagonista, no sé. Prefiero un mayor realismo en la sicología de los personajes, el marido de la víctima, Morales, es un filón desperdiciado: el retrato de las tascas, el ambiente futbolero, la clase media y baja argentina de aquellos años pide su espacio en esta película.
Pero las películas películas son, en ello reside la magia del cine, y hay que aceptarlo. Es una buena película que recomendaría verla a todo el mundo.
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