Tenía curiosidad por ver la película En la casa de Francois Ozon, pues vi el trailer y me pareció sugerente: un profesor que enseña a redactar a un alumno, a ver la vida desde una perspectiva artística, así la realidad se convierte en ficción literaria gracias a los alentadores consejos del profesor. La idea me parecía genial, pues intuía que ese proceso entrañaba una madurez personal del joven escritor y una redención del profesor. Sin embargo, una nueva perspectiva aparecía en el relato, la del aprendiz que impone su ley porque necesita que le acepten.
El viejo profesor de literatura, Germain, encuentra una redacción que le sorprende, un alumno describe la casa de otro compañero de clase desde una perspectiva crítica y mordaz, observa que el alumno muestra un interés enfermizo por adentrarse en la casa e influir en el comportamiento de sus moradores. Germain queda sorprendido y atrapado por la narración, y no solo le corrige las siguientes redacciones en las que describe, analiza y proyecta sus maquiavélicas acciones, sino que también le instruye y alienta para que sus maquinaciones tengan una finalidad literaria. El docente sin proponérselo se convierte en un colaborador, en cómplice de las andanzas de Claude, el alumno que aporta esa voz narradora tan sugerente como depredadora.
Claude consigue interesar a su profesor de literatura, para el docente los hechos son secundarios lo importante es proyectarlos. El joven se obsesiona con un matrimonio que encuentra a la salida de clase, son los padres de uno de su mismo aula, luego se entera de que el padre de su compañero es un comercial de una empresa que trabaja con los chinos, y que la madre se ocupa únicamente de la casa. Los tres forman una familia de clase media alta, acomodada en una bonita casa, y aunque la pareja sufre las carencias propias de toda relación, parece estable, se entienden bien con su hijo adolescente, no hay un conflicto que dificulte la vida en común. Atraído por la dedicación de estos jóvenes padres hacia su hijo, justifica la elección de su presa confesando su desamparo "eran los únicos que esperaban a su hijo a la salida de la clase". Primero los espía desde lejos, observa la casa, sus movimientos, su costumbres; en definitiva, calcula cómo tendría que comportarse para integrarse en la familia sin obstaculizar el ritmo de vida que llevan. Los observa durante cierto tiempo y una vez familiarizado con sus hábitos, llevado por un impulso inconsciente que únicamente encuentra eco y análisis en la redacción que escribe, comienza a adentrarse en la vida de la familia elegida.
Claude se entremete en la familia, realiza con entereza el paso más arriesgado, ya no es un simple observador, se ha convertido en un amigo de la familia. Pero el intruso tiene que caminar de puntillas, no puede provocar sospechas, tiene que procesar, equilibrar su fuerza íntima, la que le hace juzgar a las personas, percibir cómo son en realidad y luego actuar para lograr lo que persigue. Con todo, parece que es un primerizo, está confundido, no sabe como encauzar esa fuerza que le transporta. Finge ser el solitario compañero que dedicado por entero al estudio busca un buen amigo con el que compartir su rapidez mental a cambio de amistad. Cuando a base de dedicación Claude logra que su compañero saque una mejor nota, se pregunta cómo puede encauzar la fuerza que le lleva a romper los límites de lo establecido y actuar sin equilibrase en el vacío. No sabe como solucionar el dilema, únicamente gracias a lo que escribió tontamente en la redacción de literatura su profesor le alienta a seguir, como si el verdadero problema fuera una cuestión de estilo.
Germain admira el desasosiego de su pupilo, su turbia mirada, le motiva que Claude vea la realidad desde detrás de una pecera, como si la voluminosidad de su juicio crítico dibujase con trazo firme la realidad. El adolescente siente esa fuerza que lo guía, y se deja llevar, se siente transportado, no puede evitarlo; es más, se da cuenta de su capacidad de seducción cuando se dirige a sus presas con la alabanza o el halago a cambio de una sonrisa, de un gesto cariñoso, les ofrece aquello que desean y va ganando su confianza. La obsesión del chaval adquiere un trazo literario, como sí el deseo de posesión, de dominio, se modelase gracias a sus ocurrencias de adolescente y a las sugerencias magistrales sacadas de un compendio de novelas.
Claude tiene que ir más allá, según su tutor no puede limitarse a la descripción de los hechos, no puede mantenerse refugiado a la espera, agazapado en su hierática máscara, tiene que provocar un desencuentro, parejo al de los protagonistas de la novela realista decimonónica que no reparaban en ningún principio ético impulsados por su deseo de ascender en la alta sociedad. El relato de las peripecias de Claude en breves redacciones, prácticamente en breves escenas, despierta la curiosidad y el morbo de Germain y su esposa, pero en una de las lecturas se dan cuenta de que ellos mismos se han convertido en personajes de ficción, a partir de este momento los hechos adquieren otro cariz. El alumno es consciente de que se ha ganado un cómplice, pues el viejo profesor roba el examen de matemáticas sin darse cuenta de que él mismo se ha convertido en un personaje. Claude se da cuenta de que si se relaciona con alguien ensalzando su personalidad, engordando su vanidad, este puede ser manejable, pues tiene un mayor margen para engañarlo.
Claude, en su paso de la adolescencia a la madurez, decide que su objetivo es seducir a la madre de su amigo, porque necesita reinventarse, apoderarse de la voluntad de los demás para crear su propia identidad, es la educación sentimental de los desatendidos abocados a la soledad. El adolescente muestra su ingenuidad cuando le pide a la madre de su compañero que huya con él, le falta experiencia ante la vida, no se da cuenta de que la mujer vive para el hogar y que lo que en realidad la sujeta a su marido es la seguridad de tener un hogar a su medida. La mujer sospecha del amigo de su hijo, se siente observada constantemente, percibe la falta de naturalidad, una actitud impuesta que esconde algún oscuro objetivo. En el fondo se pregunta por qué se pasa toda la tarde ayudando a su hijo, hasta que el amigo de su hijo le confiesa su atracción y se deja llevar, también por la vanidad, por la eterna juventud. Tienen un breve e intenso encuentro en la que ella se siente hermosa y joven, y se deja seducir dominando la escena. El romance tendrá unas consecuencias negativas para Claude, su amigo ve como besa a su madre y se venga de Claude denunciando a él y al profesor de Literatura.
Pero Claude sigue con su plan, como no ha conseguido los favores de la madre de su amigo, va a casa de Germain y se acuesta con la mujer de su profesor a modo de desquite. Toda la culpa la tiene el profesor por alentarle en su descabellado plan, Claude le obligará a enfrentarse a su método de trabajo, le obligará a reconocer que las consecuencias de la ficción son parte de la realidad. Cuando Germain vuelve a casa humillado por el despido, su mujer agrava su desamparo tras confirmarle su infidelidad, después se enfrentan en un fuerte forcejeo, llegan incluso a pegarse.
El viejo profesor se queda solo y sin empleo, se ha convertido en un pobre tarado internado en un hospital. Una buena tarde recibe la visita de su discípulo Claude, quien le anima a reiniciar el juego que aceleró el sufrimiento y el desamparo que estaban escondidos, agazapados en la hipocresía en la que vivían, la ficción instalada en sus vidas se convirtió en un cruel tormento, tendrían que volver a manipular la realidad para que emergiese lo más auténtico de ellos y cambiar su situación. Claude se convierte en un ángel salvador que trata al prójimo como desea que sea tratado, le colma de satisfacción para empujarle contra su propia vanidad y acelerar el fin que le aguarda.
La película muestra la educación afectiva de un adolescente que irrumpe en las relaciones personales para encontrar su sitio, en su búsqueda se salta todas las normas: daña por el miedo a ser dañado, manipula por el miedo a ser manipulado, solo sabe que todo el sufrimiento vivido necesita un remedio para que no se repita y actúa como le han enseñado desde el dolor y el desdén, es la educación emocional de los maltratados.
El viejo profesor se queda solo y sin empleo, se ha convertido en un pobre tarado internado en un hospital. Una buena tarde recibe la visita de su discípulo Claude, quien le anima a reiniciar el juego que aceleró el sufrimiento y el desamparo que estaban escondidos, agazapados en la hipocresía en la que vivían, la ficción instalada en sus vidas se convirtió en un cruel tormento, tendrían que volver a manipular la realidad para que emergiese lo más auténtico de ellos y cambiar su situación. Claude se convierte en un ángel salvador que trata al prójimo como desea que sea tratado, le colma de satisfacción para empujarle contra su propia vanidad y acelerar el fin que le aguarda.
La película muestra la educación afectiva de un adolescente que irrumpe en las relaciones personales para encontrar su sitio, en su búsqueda se salta todas las normas: daña por el miedo a ser dañado, manipula por el miedo a ser manipulado, solo sabe que todo el sufrimiento vivido necesita un remedio para que no se repita y actúa como le han enseñado desde el dolor y el desdén, es la educación emocional de los maltratados.
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