Siempre que uno va a ver una adaptación cinematográfica de
una novela espera que las imágenes recogan lo esencial y que el ritmo le tome el pulso y
se funda en la trama. No debe ser fácil depurar toda la intencionalidad y el
climáx existente en una novela recortando y sintetizando la narración y luego deleitarnos con esa escena en que la intensidad de la imagen permite absorber lo esencial, como si el guiño no tuviese una doble lectura.
Tal vez el problema sea hacer partícipe al espectador de la
complicidad necesaria que se teje en el silencio, en la sugerencia, en el doble
sentido que adquiere la historia y que tiene que comprenderse con el apoyo de los actores y la visualización de
las historias secundarias. En Bel Ami
el protagonista, Georges Duroy, aparece practicamente en todas las tomas, en
cambio, ninguno de los personajes
secundarios que le impulsan en su ascenso se libra de él para aparecer en pantalla, como sin su
presencia el espectador no pudiese comprender el enredo. La inevitable presencia del
personaje principal impide que se tenga una visión más cercana y plural de la sociedad que se describe, y a su vez lamentablemente la compleja sicología de las protagonistas se queda
demasiada esquematizada.
Tal vez se ha adaptado la obra a la medida del joven actor de
Crepúsculo, que salvo cierto exceso hierático le da credibilidad al personaje, cuando el verdadero crisol del paisaje que se representa se encuentra en el complejo trabajo de Uma Thurman, Madelaine Forestier y Christina
Ricci. Las tres muestran una gran destreza interpretativa, dan credibibilidad a las mujerese que buscan encontrar su sitio en una sociedad dominada por los hombres. Uma Thurman me ha encantado por la fuerza y decisión que aporta al personaje,
sencillamente hace que el espectador la sienta como una mujer fuerte y libre, compleja y
ambiciosa que impone sus propias reglas.
Cuando Georges Duroy va a visitar al antiguo camarada de armas,
Charles Forestier, no entiende por qué tiene que presentarse como un diamante
en bruto ante las mujeres, pero son ellas las que atraídas por su buena presencia se enzarzarán en una continua disputa. Aunque
la mujer de su compañero de armas M. Forestier no busca la mera relación
sexual, pues su papel en la alta sociedad es otra, lo quiere utilizar en el periódico para realizar una crítica mordaz al Gobierno. Madelaine le
habla de sus amigas, en quien apoyarse para ascender socialmente y a quien perseguir para compartir la
sedución y el placer. Ella, como buena
anfitriona, se ocupará de garantizarle un buen sueldo en su nuevo
oficio de periodista y de utilizarlo para sus fines. Toda esta parte
inicial queda sugerida en sus matices a base de acordes de cuerda (creo de chelo), pero resulta demasiado
simple y esquemático este planteamiento por todos los matices sutiles y todas las reacciones y desencuentros que se ignoran . Más adelante sabremos que Madelaine se había casado con Charles Forestier por
interés, para encubrir que era la amante de un acaudalado conde.
Georges Duroy inicia
su ascenso social, Madelaine le hace el
trabajo, Clot le satisface sexualmente y
la esposa de Monsieur Rousset, el dueño del periódico, le asegura una posición holgada en la empresa. Con todo, la buena racha se acaba tras un desafortunado incidente acaecido por el poco
tacto de Duroy, de repente todo lo
conseguido se viene abajo: Clot se enfada al darse cuenta que no es la
única a la que persigue Duroy. Todos parecen darle la espalda, pues sin Madelaine es incapaz de escribir un solo artículo que merezca ser publicado, pero un golpe de suerte le devuelve a la cima de la popularidad, Madelaine Forestier se queda viuda y él consigue
reemplazar a su antiguo compañero como marido tras aceptar a regañadientes las condiciones de Madelaine. Ya ha conseguido
escalar en la sociedad, goza de una
posición privilegiada, pero es su mujer la que le escribe los articulos que van firmados en su nombre. Su relación entra en crisis, no puede seducirla, simplemente se vale de él. Georges sufre el rechazo, necesita creer en sí mismo, ya no soporta que Madelain le utilice para conseguir una cuota de poder que le está denegado por su condición de mujer. Rabioso porque su mujer tiene un amante cuando él tiene dos, decide pasar a
la acción y demostrar lo que vale.
En este punto parece que la trama está guíada únicamente por
el malestar del protagonista, no aparecen las necesarias intervenciones que le den un mayor empaque, una mayor solidez a la historia. El joven George Duroy se
siente ninguneado, humillado en su honor cuando le recuerda el dueño del periódico su contrato de matrimonio, como venganza decide acostarse con la mujer
de su jefe. No se da cuenta de que la seducción no es unicamente una
fuente de placer y ascenso social, es también un juego de reglas impuestas por los más
poderosos, donde nunca se aceptará poner en riesgo un negocio que aportará un beneficio rapido y seguro, aunque sea a costa de la muerte de miles de jóvenes franceses que se enviarán a la guerra.
Bel Ami no acepta los límites de su capacidad de seducción, no
acepta su figura de intermediario, quiere el poder del semental ante cuyo
empuje la vaca acaba por ceder. Confundido lleva a cabo su venganza, y logra que
las normas sociales se adapten a su estilo despiadado,
a su carácter de enfant terrible, consigue su propósito pero el
desasiego recorre el espinazo del espectador pues sabe que su victoria no es
más que una venganza imposible que le acarreará la destrucción.
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